miércoles, 27 de octubre de 2010

Nuevo mensaje para Chichorela: Asuntos literarios: Roberto Bolaño

Te recomendé el "Entre paréntesis" de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953- Blanes, 2003) proponiéndotelo como un interesante complemento para la lectura de otras obras suyas de elección bastante más comprometida, ya que empezar con Bolaño suele ser para quedarse un buen rato.

Antes de seguir adelante, quizás conviene felicitarse de que, aunque las espumas del inminente tsunami ya se anuncien en el horizonte, todavía es posible hablar de este autor con relativa tranquilidad (e impunidad, también muy importante). No ha llegado todavía la hora en que habrá que andar escondiéndose en lugares sombríos y húmedos, poco concurridos por escasamente apetecibles, asegurándose bien antes de doblar cada esquina, tratando así de evitar la vorágine bolañuda (incluso ahora mismo seguiría siendo factible darse una vueltecilla curiosa por Blanes sin riesgo de la propia integridad emocional, opción que dentro de nada resultará descabellada siquiera de imaginar); (y sí, por evitarme la discusión, estoy dispuesto a admitir que puedo estar exagerando y mucho, pero es que todavía están bien frescos en mi memoria los tiempos en que era imposible dar cuatro pasos sin verse asaltado por algún taxonomista compulsivo de cronopios y famas, y no era cosa de broma); (del mismo modo que nunca más volveré a decirle a nadie que me interese que Rudyard Kipling es un buenísimo escritor, de acuerdo y blablablá, a la par que un plasta impresentable como autor, a mayor gloria de sus patrañas fascio-imperiales, pues esta cuestión ya me costó un disgusto que todavía me sigue escociendo en algunas noches sin luna).

Lo primero que leí de Roberto Bolaño fue el primer capítulo de "Estrella distante", un texto que encontré en la red y que me deslumbró. ET Juan me había hablado de "Los detectives salvajes", que estaba leyendo en ese momento, el pasado verano, y aunque sus recomendaciones, siempre a su manera sibilinamente discreta, luego suelen resultar jugosísimos plenos al 15, yo me sentía muy lejos de interesarme por un tocho que sonaba a ficción policiaca (justo ahora que está lloviendo a tochos de esa temática); de manera que, por no desestimar la propuesta, hice una búsqueda y di con ese primer capítulo de "Estrella distante".

Y que lo encargué en la librería y al mismo tiempo me hice con dos títulos disponibles en ese momento, el ya mencionado "Entre paréntesis" y "El gaucho insufrible". Y lo que más me interesó fue el "Entre paréntesis", una recopilación de columnas periodísticas, artículos, prólogos, discursos y conferencias, así como una última entrevista a Roberto Bolaño, cuando el escritor, a la espera de un trasplante hepático, se afanaba por concluir "2666": "ya va por la página 900 y todavía no la acaba", anota la entrevistadora, Mónica Maristain (la edición de que dispongo es de 1.119 páginas).

En esa misma entrevista Bolaño destaca a Ignacio Echevarría, editor tanto de "Entre paréntesis" como de "2666", como a uno de sus tres mejores amigos, distinción que se hace más expresa en la dedicatoria de "El gaucho insufrible", al pie de la permanente y casi invariable a Lautaro y Alexandra, sus hijos.

Este dato resulta interesante si se tiene en cuenta que se está hablando de dos casos de ediciones póstumas, pues tal sucede tanto con "2666" como con la recopilación "Entre paréntesis".

Volviendo a la cuestión del interés de "Entre paréntesis", sin duda una parte muy importante es la referida a la cocina literaria del autor, en la sección "Un narrador en la intimidad"; claro que también resultan igualmente ilustrativos, esclarecedores de un modo más o menos indirecto, otros muchos artículos como por ejemplo "El pasillo sin salida aparente", a propósito de una vuelta de visita a su Chile natal, después de 25 años de exilio, o "Las palabras y los gestos", un artículo en El País "escrito dos días después de la muerte de Camilo José Cela [como reacción] frente a las innumerables necrológicas que glosaban su figura en términos muy admirativos", según la nota del editor.

(Los de El País igual se lo tendrían que mirar esto que se traen con las necrológicas, y que el otro día culminaba con la de Luis García Berlanga en vivo y en directo, vía twitter, según explicaron. Uno no puede menos que acordarse de las inefables proezas del irundarra Juan Antonio Lecuona, periodista pionero en el desbarre funerario también, y que por cierto falleció el pasado 17 de agosto, a los 87 años: descanse en paz, pues)

Para acabar por hoy con lo de la cocina literaria de Roberto Bolaño, aunque no vaya pregonando eso del mucho amor que pone en sus recetas y tampoco es que aborde temas de gusto, precisamente, a la vista de los resultados se le puede creer cuando declara que escribir le gusta casi tanto como leer: como sale a colación a propósito de James Ellroy y su "Mis rincones oscuros" —altamente recomendable, por cierto, y del que tal vez merezca la pena tratar en otro momento— la cuestión vendría a ser mantener los ojos abiertos (y ya el no va más sería ser capaz de bailar la conga mientras el abismo devuelve la mirada).

Aparentes o no, debilidades, carencias y fragilidades de orden formal, en la obra de Roberto Bolaño se pueden percibir unas cuantas bastante significativas en principio —el en ese momento todavía permanente candidato al Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa venía a hablar de 100 primeras páginas extraordinariamente brillantes, creo recordar que a propósito de "Los detectives salvajes", y en todo caso espero que no sea a cuenta de "2666" y sus mil y pico—; claro que esa es una cuestión inherente al modo de producirse de Bolaño, que se arriesga a todo menos a perder de vista lo que realmente le interesa compartir con su lector.

Cuestiones aparentemente importantes, pues, esas debilidades, carencias y fragilidades, y perfectamente prescindibles si resultan no contar en lo que interesa: salvar el fuego, que es el caso que nos ocupa.

(Continuará…)

jueves, 7 de octubre de 2010

A una tenaz incompareciente, mi admirada Chichorela

Dedico a Chichorela (para entendernos) esta tarde en Hondarraitz (Hendaye-Plage). Algo así como un brindis al sol, pues no me parece que la mencionada vaya a aparecer por aquí, al menos a medio plazo. Sucede que suele tener sus más y sus menos con el teclado y los enlaces, y como tampoco es cosa de atosigarla —ya que lo mismo le da un más pronto que tarde y acaba mandando el ordenata a la porra (y no sería la primera vez, pues que yo sepa en un apretón de esos ya se sacudió de en medio un Mac portátil)—, la actitud conveniente es dejar que la naturaleza —la extraña naturaleza de las cosas— vaya obrando por su cuenta (a su entero capricho, vamos).

Así que calma y paciencia, que no cunda el desánimo, y a aguardar lo que haga falta.

(Y mientras tanto al escribir disfruto con esta toute pétillante sensación de impunidad, que también tiene lo suyo)

viernes, 24 de septiembre de 2010

Elogio de Labordeta

Las manos de mi madre… Es el pensamiento que le quiero dedicar a Labordeta, sic (él mismo, a secas).
No quiero hablar de distancias aparentemente insalvables, sino de toda clase de oportunidades para la cercanía que venía siendo este señor (senior= señor): Podía explicar sin más, por ej, que aquel entregado aprendíz… de brujo, Federico Jiménez Losantos, era éso: un ensimismado chaval, lleno de ansias de saber; otro alumno suyo…


El cierzo calvinista me atañe más —ende mucho más que me preocupa— que el tornado bolchevique, pero no son tanto los polvos de la llanura desértica como para no saber apreciar que del horizonte se ha borrado otra sombra protectora, de ésas tan siempre dispuestas y frescas, tan y tan acostumbradas y acogedoras; y tan tan prontas a empezar la siguiente lección… del páramo siguiente…


He de decirte que me he quedado hasta el fin de la película, para verte cómo acababas, y que no he quedado decepcionado, sino terriblemente sorprendido. Las últimas veces que te había visto y oído estabas más cabal que nunca, lleno de vida, hablando de fontanería biológica con naturalidad veterinaria, y buscando prometedores horizontes desde las más inmediatas proximidades, como siempre; como desde tus principios…

Creo dejarte en las mejores manos: en las de esta hermanita que habla de las madres.

Betirako bedi, José Antonio Labordeta jauna.

 

 

viernes, 10 de septiembre de 2010

El final del verano llegó…

31 de Agosto 2010, atardecer en Hendaia

Así comienza una vieja canción, seguramente su mejor parte, antes de lanzarse a rimar partirás con recordarás, y amor y verdaz con corazón y realidaz, tu-tu-tu-tum tu-tu-tu-tum tu-tu-tu-tum.

Hay también otro final del verano, realmente patético en este caso —como que los responsables del invento todavía se siguen lamentando de haberse cargado al Chanquete de los huevos de oro…—, claro que yo de ése me libré, tu-tu-tu-tumba tu-tu-tu-tumba tu-tu-tu-tumba..

Del que no me libro es de éste del 2010, lo mismo que me sucedió con el del 2009 y con otros todavía recientes y que ahora no me apetece lo más mínimo recordar.

El asunto se revela amenazadoramente metafórico cuando uno se hace la pregunta de si realmente le ha sacado partido a ese glorioso intervalo: ¿he aprovechado realmente el tiempo, dedicándome concienzudamente, en cuerpo y alma además, a no hacer otra cosa que vivirlo lo más de lo más despreocupadamente posible, eh?

Uno siempre tiene sus dudas: ¿De veras que no podría haber hecho mucho más en el sentido de hacer lo menos posible en lo tocante a todo aquello que incluso mínimamente suene a práctico y productivo, eh?

¿Cuando limpiaba la lechuga y los tomates para la ensalada de veras que estaba pasando el rato entretenido de la mejor manera, jugando lo más desprevenidamente posible; o acaso y por el contrario no estaría siendo incapaz de evitar evadirme de la puritísima distracción a base de concentrarme en fetiches bioecológicos, por ejemplo, sucumbiendo a alguno de esos irrefrenables reflejos autojustificativos, eh?

En fin, según mi experiencia, creo que no tardaré mucho en ir encontrando respuesta a todas estas cuestiones. Si cuando, junto con los días cada vez más cortos, al agobio de los tiempos grises y los aires destemplados se vaya sumando el ritmo monótono de los aguaceros interminables y todo ello junto y a la vez no me dé ganas de soltar alguna que otra más o menos discreta carcajada, entonces mala señal, y lo mismo me dará que se llame winter blues, por muy relamido que pueda sonar.

Aunque no sea cosa de fiarse mucho, al menos de momento las sensaciones parecen aceptables. Que se haya hecho corto el verano tampoco es necesariamente una mala señal, ni mucho menos…



martes, 17 de agosto de 2010

Ah, le cafard…

Eso de que el día discurre de lo más animado y estimulante, ya como a punto para la guinda clausural, y es entonces, en el desprevenido compás, que el chafardereison side of the Life irrumpe manifestándose en su más torva cutrez…

Dado que a esas horas tan tardías para el caldo de ave hay que olvidarse de él, pues entonces que sea un café… americano… con un poco de leche fría…

—Pues no sé qué te voy a cobrar —me ha confesado zozobrando en un mar de incógnitas la señora del lugar—. Dame 1,50 —ha añadido bruscamente, como dejándose arrastrar por un impulso repentizante, negándose en todo caso a seguir considerando la hipnótica cuestión: un café americano con un poco de lecheeeeeeeee?

¿Fría, ademássssssssssssssss?

 Sí, demasiado I+D+I de una sola tacada…

Ah, enfin, le cafard non-américaine, mais bien amer et tellement local… Avec de la lait la plus fraîche mais bien mauvaise aussi, s'il vous dèplaît…


Dedicado a Chichorela (para entendernos):

lunes, 9 de agosto de 2010

Hendaia Euskal-Jira 2010: Un "Le Déjeuner sur l'herbe" à la Brueghel-Zubiaurre Bross.

Para todo quisqui, of patente de course, pero particularmente dedicado a E-T-Juan, que me da que se está haciendo un descreído a marchas olímpicas…

martes, 8 de junio de 2010