jueves, 7 de octubre de 2010

A una tenaz incompareciente, mi admirada Chichorela

Dedico a Chichorela (para entendernos) esta tarde en Hondarraitz (Hendaye-Plage). Algo así como un brindis al sol, pues no me parece que la mencionada vaya a aparecer por aquí, al menos a medio plazo. Sucede que suele tener sus más y sus menos con el teclado y los enlaces, y como tampoco es cosa de atosigarla —ya que lo mismo le da un más pronto que tarde y acaba mandando el ordenata a la porra (y no sería la primera vez, pues que yo sepa en un apretón de esos ya se sacudió de en medio un Mac portátil)—, la actitud conveniente es dejar que la naturaleza —la extraña naturaleza de las cosas— vaya obrando por su cuenta (a su entero capricho, vamos).

Así que calma y paciencia, que no cunda el desánimo, y a aguardar lo que haga falta.

(Y mientras tanto al escribir disfruto con esta toute pétillante sensación de impunidad, que también tiene lo suyo)

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